Tú estabas en mi alma, suspirando
plasmando tu sonrisa marina, sempiterna.
Aleteos de brisa salían de tu boca
como el canto celeste de tu alma.
Aquí en mi corazón retratabas tus huellas
decoradas de auroras y jardines.
Cada pétalo era llamarada. Incendio de luceros.
Tus ojos despedían los aromas inmensos de tu pecho.
Tus pisadas la ronda de caminos, paisajes infinitos.
Con pajitas azules un nido se está irguiendo como un pico
en el dulce manantial de tu cariño.
Manojos de suspiros como un himno
tienen un cielo para tu sonrisa.
¡Ven! Vamos juntos a destrenzar el rocío de las hojas.
Mojémonos los labios con el calor de los besos infinitos
Y nuestras almas serán aquella alfombra de cielo que te espera
En la reverberación de las caricias.
¡Te amo! No sientes que los trinos se hacen lecho?
¿No ves que los caminos se estremecen cuando sale tu voz como lucero?
¡Aquí espero! En una sublevación de suspiros como peces.
En un cielo de aromas y de néctares.
Antonio Escobar Mendivez
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